Experiencia de
Elvira Alvear Cortés
Breve descripción de la experiencia.
El COVID y la declaración del confinamiento llegan en un momento muy complicado; algo que siempre he apostado, es por el hecho de que la investigación es un proceso que necesita compañía, un eco que nos ayude a replicar las ideas, haciéndonos reflexionar, sobre cómo se escuchan nuestros pensamientos desde realidades en las que no habíamos indagado hasta el momento. De ahí la búsqueda incesante del “otro” para lograr entablar un dialogo que nos llevará a construir nuevas formas de aprender desde la realidad que se empezaba a construir gracias a la pandemia.
Por lo tanto, unidos en esta inquietud surge el circulo de lectura CL Educación y Pandemia, unidos por intereses en común y preocupados por esta nueva realidad en construcción comenzamos leyendo una obra titulada “Educación y pandemia. Una lectura desde la experiencia en sintonía con los “otros” que en medio de este padecimiento pandémico buscábamos un refugio y apoyo para responder el ¿qué hare?
Algo importante de señalar es que el circulo estuvo compuesto por estudiantes de posgrado, profesores, coordinadores de escuela, directivos o personal administrativo de planteles educativos, por lo tanto, considero oportuno puntualizar que siendo honestos, sin pandemia quizás este lazo y este tiempo no se hubiera abierto por más buenas intenciones que tuviéramos, así que fue un pretexto para que lográramos formar un círculo vicioso, que nos uniera y retara totalmente a permanecerse en un deseo de ver más allá de lo evidente.
Recuerdo que gracias a las temáticas de los capítulos hablábamos hasta de situaciones límite que nos había tocado conocer de nuestros alumnos y maestros a cargo, casos de angustia, frustración por tener que conocer los escenarios virtuales con prontitud, y aunado a ese proceso de cambio de paradigma de presencial a virtual, hablábamos de la crisis económica, maestros que tuvieron que hacerse de equipo de cómputo o celulares necesarios para la nueva modalidad, aunque esto tuviera que ver con la adquisición de créditos difíciles de pagar. La situación del confinamiento y esta pandemia apuntaba a un literalmente morir, asistir a clases presenciales se convirtió en ese momento en un asunto de vida o muerte. Y frente a esa emergencia tuvimos que adaptarnos para permanecer, en educación, vivos dentro del sistema.
Adaptar los espacios privados para dar cabida a los espacios virtuales. ¿Quién no tuvo que modificar un espacio en su casa, incluso aproximar los libros o el pizarrón a esa pequeña área, para mantener todo cerca, “a la mano”? Si una casa era sólo el espacio de la familia, de lo privado, de repente teníamos que dejar entrar a más de veinte personas, entre estudiantes, supervisor, directora, etc. En la que muchas horas frente al monitor era sólo para dar respuesta a lo de facto, ¿qué plataforma? ¿cómo vamos a evaluar? ¿con pantallas encendidas? O los accidentes trágico-cómicos de dejar los micrófonos abiertos después de sesiones.
Sin lugar a dudas, cuando un individuo lidiaba con todos esto y aún hay más, las noticias con estadísticas de contagios, muertes, y lo peor cuando esos números empezaron a llamarse como amigos, familiares. De ahí que el circulo de lectura nos sirviera como catarsis para poder expresarnos, hablar y, sobre todo, darnos cuenta que no éramos los únicos en estas tribulaciones y que el intercambio de la experiencia nos permitiría ver como otros lo superaron y poder ayudarnos a solucionar.
Aunado a esta reflexión fuimos tejiendo complicidades en el quehacer educativo, compartimos no sólo vivencias, sino sugerencias. El círculo de lectura se convirtió también en un círculo de apoyo, contención y en un espacio y momento creativo. La necesidad social y profesional nos exigió moralmente a ir más allá de nuestras labores en línea, en salir un poco de nuestras horas nocturnas de vicio y de ocio para replantear nuestro quehacer docente y también con propuestas de innovación en nuestros entornos reales o presenciales. Un círculo que nace de un contexto de confinamiento y por puro placer de leer, encontrarnos y compartir nuestras interpretaciones poco a poco nos llevó a dar otros pasos, a mirar más allá de nuestro monitor los domingos por la noche.
Aprendizaje a partir de la experiencia.
Tal como lo señala Larrosa (2006) es su artículo sobre la experiencia, para que la experiencia ocurra el sujeto debe estar dispuesta a padecer el suceso, vivirlo, mostrarse vulnerable y sobre todo reconocer ese sentir y vivencia. Si bien, el COVID nos tomó por sorpresa y no hubo un previo aviso que nos dispusiera a lo que ocurriría, es importante señalar que en el momento en que nos detenemos a reflexionar sobre los hechos, es ahí cuando la experiencia se vuelve manifiesta y real. Pero es normal que ante tal vulnerabilidad la primera impresión se dé miedo a la incertidumbre del mañana, de ahí que consideremos uno de los primeros aprendizajes a nivel vivencia, el aprender a vivir y convivir con la crisis e incertidumbre.
Otro aprendizaje importante a partir de este confinamiento forzado, fue comprender que la relación entre la academia y la vida cotidiana, existe de una manera muy estrecha, pero solamente cuando se abre un canal al dialogo real, olvidando un poco la arrogancia del ámbito de la academia y se comienza a aceptar que en el ser y quehacer cotidiano también hay muchos aprendizajes que resaltar, rescatando así el reconocimiento a todos los saberes.
Porque juntos, en lo local, en lo comunitario tendremos más herramientas para poder hacer frente a las crisis, no sólo de salud, sino educativas y económicas. Aquí también surge la inquietud de ofrecer herramientas pertenecientes a la investigación para acompañar a la población en este andar. Es así que una de las determinaciones a las que nos arrojó esta primera experiencia fue a formar una comunidad de investigación, que tome en cuenta las necesidades reales, los recursos de vida y académicos a su alcance.
Otro de nuestros principales aprendizajes obtenidos fue entender que el ser investigador es una construcción, deconstrucción y reconstrucción que podemos ir generando a la par de un camino sobre todo de escucha y observación pero que esté dispuesto para la prueba y error en la mayor parte del tiempo, dado que las circunstancias pueden cambiar de la noche a la mañana, tal como sucedió con la actual pandemia mundial. La flexibilidad tiene que ser una característica propicia para estos tiempos.
Desaprender lo aprendido en cuanto a pedagogía y recursos didácticos Fue un aprendizaje que se sumó a nuestra nueva dinámica, el aprender ciertos códigos de lenguaje exclusivo para nuestros estudiantes aficionados a los videojuegos y youtubers fue una herramienta que ayudó a no perderlos durante el proceso de acoplamiento a las clases virtuales. Así que pensar ahora en profesores con su propio canal de Youtube o con sus nombres de jugadores en línea, no resulta ni descabellado ni tampoco presenta una pérdida de tiempo. Es más bien un cambio de paradigma, una ruptura de la brecha generacional a la que tanto temíamos, pero que hoy en día nos damos cuenta que solo vivía en nuestra mente y que vencerla solo era cuestión de decisión.
Acompañar a los profesores y motivarlos para establecer maneras lúdicas, favoreció tanto las transiciones de un espacio físico a un espacio virtual, que se volvió una herramienta para disminuir el estrés que jóvenes, niños, docentes y hasta personal administrativo sentía ante la situación que vivíamos. Entendimos y aprendimos que los docentes necesitan también su espacio para jugar en línea en lo que se van apropiando de las herramientas que ofrecen las TIC. Nos ayudó también de cierta forma a reconocer el lado humano de nuestro personal a reconocer y respetar sus procesos de vida, les brindamos un momento de ocio que les ayudo a generar un ritmo más cordial ante la nueva dinámica. Aprendimos que los respiros, son una estrategia muy válida para poder rendir de forma más productiva en una clase.
Propuesta.
Una de las primeras sugerencias que nuestra experiencia nos anima a promover es, el rescatar, desempolvar nuestra esencia de investigadores, cuando éramos niños, la tendencia por cuestionar, observar y sorprendernos era algo tan natural, pero conforme vamos creciendo, esas competencias se fueron minimizando y permeándose de formalidades que terminaron extinguiendo o durmiendo ese espíritu. Lo que deseamos promover como equipo es que se rescate esa actitud para que nuestros jóvenes, niños, padres, docentes, ser humanos en general se comiencen a atrever a cuestionar a buscar realidades que rebasen lo evidente.
La segunda sugerencia es, promover el reconocimiento de la humanidad de todos los que nos rodean, entender que el alumno, docentes, personal en general también es madre, hija, hermana, padre, hijo, que le angustia la enfermedad, la crisis económica, que su vida cotidiana va terminar interviniendo en su desempeño, de ahí que sea necesario que respetemos sus momentos de crisis, incertidumbre y le ayudemos en la medida de lo posible a generar canales de comunicación de dialogo que le sirvan de pretexto para hacer catarsis y desarrollar habilidades y competencia para seguir adelante ante las tribulaciones.
Y, por último, que el mundo de los estudiantes, niños o adolescentes, no tiene que darnos miedo, si logramos vencer las barreras mentales que nos dices “que es pérdida de tiempo” y atrevernos a entrar y disfrutar también de esas actividades tan propias de su edad. Ya que hemos demostrado en la práctica que ese acercamiento es lo que nos ayudará a entablar un lenguaje en común y establecer un dialogo real.